martes, 18 de febrero de 2014

Cliente, calidad y proyecto de empresa


Partimos del punto del inflexión donde las nuevas empresas se empiezan a diferenciar de las tradicionales, y la diferencia la marcan aquellas empresas que empiezan a pensar en la calidad del bien o servicio, y por ente en la satisfacción del cliente.

Para esta nueva forma de pensar por parte de la empresa, es necesario que el proyecto del cambio organizacional esté liderado por la dirección  y que se haga partícipe a toda la estructura de la misma. La aplicación de un plan de calidad total no debe de quedar aislado al propio departamento de calidad, debe de ser inherente a toda la estructura, se tiene que entender como un proyecto de empresa.

Incluir igualmente al cliente en este proceso es todo un reto en el nuevo paradigma de empresa. Sin embargo, se consigue con diferentes métodos y estrategias. Lo que es bueno para el cliente es bueno para la empresa. Se busca la satisfacción del cliente y el beneficio de la empresa.

El punto de partida... hacia no sé donde


El interesante artículo parte de una situación concreta de crisis donde las empresas o sus formas y modos de organización se pueden sentir cuestionadas. Además de que reinciden en su propio pecado de excesos y defectos. Y que 23 años después podríamos afirmar que todavía se reproducen.

Se presenta un esquema (itinerario) para abordar el tema, que no es otro que vislumbrar situaciones en las que las y los trabajadores (o la propia institución o empresa) se pueden encontrar en su propio ejercicio de funciones (obstáculos). Igualmente se plantea ciertas alternativas para solventar las dificultades encontradas.

Intuimos que no es una empresa cualquiera, puede ser una gran empresa, una multinacional, una corporación, institución pública, una empresa que aplica sistemas de gestión rígidos y alienantes no sólo hacía el personal sino incluso hacia el seno de la institución. Es decir, no se trata de una PYME, de una cooperativa de economía social de 20 socios/as de una. ONG etc. O eso creo yo.

Así, el itinerario que plantea consta; abordaje de la información, análisis de la misma, planificación de la acción (ejecución y control de los resultados). El itinerario debe de ser concatenado, con la misma importancia, sin jerarquía entre unos y otros, debiéndose usar íntegramente y sin obviar ninguna de sus partes.

Sobre la información al interior de las empresas se plantea que adolecen de que se transmita de forma adecuada y oportuna, a veces no se entiende, y no se transfiere de igual forma en los diferentes estamentos de la estructura. El obstáculo que se plantea sería la falta de información, falta de comunicación, ¿por inexistencia de mecanismos, métodos, protocolos? ¿por ser una estructura gigante?. No obstante, nos podríamos preguntar si realmente esa aparente falta de “transparencia” o falta de información es interesante e importante para la totalidad del personal, e incluso si es intencionada. Mientras tanto pienso en el señor portero de las oficinas. Entre líneas se entrevé que la “información es poder” y como tal se suele utilizar.

En cuanto al análisis, parte de que el obstáculo para realizarlo son las limitaciones (inherentes a las personas) que imposibilitan un adecuado análisis de la información. Si a eso se le suma “condiciones de ambigüedad institucional” el resultado es un análisis erróneo.

Lo relevante de este punto es saber por qué se parte de limitaciones y por qué se da por hecho de que aquellas personas o grupos que tienen otro tipo de análisis igualmente lo hacen mal. Si vemos las limitaciones como oportunidades y a los que saben les dejamos hacer (o pensar), no hablaríamos de resultados mediocres, de soluciones apresurados y de diagnósticos incorrectos. En resumen, las debilidades y amenazas, se pueden convertir en fortalezas y oportunidades.

La acción y entendiendo a ésta como la etapa de ejecución donde se actúa sobre aquello que sabemos a través de la información recibida y de su análisis correspondiente, plantean como obstáculo propia asignación de las responsabilidades y de sus presumibles responsables. Distingue entre responsables y culpables. Donde coincido en la opinión de que aprender de los errores y equivocarse es parte de la acción. Se apela rotundamente a la responsabilidad. Todo lo demás, de culpar sin ser responsables y renegar de y escurrir el bulto hacia otro lado, son actitudes nada ejemplares de lo que debe ser la responsabilidad.

Finalmente se plantea lo que serían las alternativas a los obstáculos que se han ido viendo en el itinerario. Por una lado, parte de que hay que aceptar nuestras limitaciones, afirmando que equivocarse es de seres humanos y que la culpa no corresponde con la responsabilidad. Por otro lado, para abordar los obstáculos plantea el trabajo del presente, analizando el día a día de lo que sucede en la empresa. Añadiría que si bien es cierto que se trabaja el presente, los errores son del pasado y para aprender de ellos hay que dar una mirada hacia tras y que la acción de planificar implica indiscutiblemente pensar en el futuro. Eso sí, se corrige en el camino.

Otra opción para abordar los obstáculos es la de pensar en el otro, es decir, que cuando pensemos en el final de la cadena del producto o servicio que se genera en la empresa, negocio etc. nos acordemos de que todos somos clientes potenciales, donde su satisfacción en su consumo se traduce en la sostenibilidad de nuestro puesto de trabajo. “La nómina la paga el cliente”, dice. Añado, la nómina la paga el dueño/empresario/propietario/capitalista… Que se lo pregunten a los despedidos potenciales de la Coca-Cola, empresa con beneficios y consumidores satisfechos. Y así ha sido, es y será. Otra cosa es que no haya otros modelos y alternativas de relaciones laborales, donde la misma persona, como consumidor y cliente y propio trabajador salga igualmente satisfecho dependiendo de la figura que ejerza.